¿Qué es el rencor?

¿Qué es el rencor? Y por qué es un sentimiento que nos cuesta muchísimo alejar.

No sabemos el porqué hay ciertos sentimientos o emociones que nos cuesta tanto sacar de nuestra conciencia y dejarlos fuera de nuestro sistema cognitivo y sensorial.

El rencor que, en su mayoría, es generado por el rechazo, la intolerancia, imprudencia, imposición y en sí por —quizá—un decena de sentimientos que se conjuntan para colocarse dentro de nosotros como un malestar persistente que no sabemos cómo ni cuándo ni en qué momento se irá.

La ira y el rencor

Justamente son como dos hermanos o paralelismos: la ira y el rencor. En muchas ocasiones van de la mano, entre más energumena sea la ira el rencor será más despiadado y predecible. Se buscan la una y el otro y se juntan como si se tratase de una explosión de aversión y resentimiento profundo, persistente, inquietante y muchas veces ineludible, inesquivable.

La ira es esa emoción que recae cuando ha sobrepasado la paciencia, tolerancia y prudencia, entonces el escenario se vuelve incierto y se cuela la desesperación con la frustración para dar paso a la indignación, enojo enfado, apatía y mucha hostilidad.

Sin embargo, la ira puede decantar profundamente en la salud física y por supuesto mental. Porque es tan abrumador este sentimiento que eleva la tensión arterial, la presión muscular y la frecuencia cardiaca. Y pasamos de una grito abrupto de desesperación a una afección muchas veces incontrolable.

El llanto también se hace presente y en conjunto con la ira y el enojo nos lleva a un estimulo que se suele prolongar, y justamente es cuando se hace partícipe la ira. La inquietante ira que se aloja dentro de nosotros dejando profundas cicatrices internas, muchas veces difíciles de sanar. Como espinas que nos recorren por dentro.

¿Qué nos lleva a el rencor?

El resentimiento que se va multiplicando y que crece como hierba en el campo, pero en un campo que no es verde, no es fresco, sino reseco y volátil. Y justamente sucede eso, se enciende la ira incontrolable y eso nos lleva al rencor.

Ese profundo dolor dentro de nosotros mismos que no nos permite ver que hay un espacio para sanar, para liberar nuestros deseos y carencias y dar paso, aún siendo vulnerables, a la sanación.

Que por supuesto no llegará con magia o gratis, hay que trabajarla y lo ideal es con una terapeuta, una terapi psicológica que nos ayude a dar paso a la luz que se ve ensombrecida con el resentimiento persistente y voluble, sobre todo cuando se muestra en su totalidad la expresión del rencor.

El rencor nos nubla, nos inquieta, apacigua nuestra bondad y pone grises nuestros pensamientos. Porque es como una astilla que está ahí punzando en nuestro dedo y nos cuesta primero visualizarla —reconocerla—y después sacarla, liberar de ese dolor nuestro cuerpo.

Con paciencia, decisión y valentía poco a poco iremos sanando ese resentimiento que se enquista y no nos deja avanzar a visualizar que también las frustraciones que somos incapaces de liberar con quietud, nos está impidiendo validar nuestras emociones en plenitud.

Perdonar para florecer

Después de reconocer el resentimiento que crece dentro de nosotros como si fuera una plaga que además es imperativa y audaz porque logra estacionarse dentro de cada uno, llegará el momento de perdonar y florecer.

Redescubrir que el sentimiento profundo y genuino del perdón incluye el olvido no sin antes aprender a reconocernos vulnerables, frágiles e incluso desvalidos de nuestras emociones.

Pasamos por una catarsis antes de sanar, apenas comencemos el proceso del perdón para dejar de lado al rencor, veremos como van floreciendo nuevamente esa capacidad de asombro, volvemos a disfrutar las pequeñas cosas comenzando por nuestras virtudes que no veíamos porque estábamos enfrascados y ensimismados en el resentimiento profundo.

El sentido que le demos al perdón nos hará recuperarnos en su totalidad para estar listas y listos a crear nuevas experiencias.

El rencor no nos permite ver la grandeza de cada persona, por eso es imperativo, primero, reconocerlo, para posteriormente atenderlo y concluir con una de las más hermosas virtudes que es el perdón. El don de perdonar. Perdonarnos.

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