Talibanes persiguieron a activistas, medios en Kunduz

En esta imagen del 9 de octubre de 2015, Bashir Khan Safi, reportero afgano de Killid Radio, habla durante una entrevista con Associated Press en el Comité de Seguridad de Periodistas Afganos en Kabul, Afganistán. Apenas horas después de capturar el mes pasado la ciudad norteña de Kunduz, combatientes talibanes fueron puerta por puerta buscando no sólo a personas acusadas de trabajar con las fuerzas de seguridad, sino a defensores de los derechos de las mujeres y periodistas. (AP Foto/Massoud Hossaini) KABUL, Afganistán (AP) — Apenas horas después de capturar el mes pasado la ciudad norteña de Kunduz, combatientes talibanes fueron puerta por puerta buscando no sólo a personas acusadas de trabajar con las fuerzas de seguridad, sino a defensores de los derechos de las mujeres y periodistas.

Tropas del gobierno recuperaron buena parte de la ciudad tres días después y el lunes los talibanes anunciaron la retirada de sus últimos combatientes. Pero la breve incursión de los talibanes a la ciudad ofreció un duro recordatorio de su violento régimen islamista de finales de la década de 1990, y lo que podría aguardar al país si regresan al poder.

Al anunciar la toma de la ciudad el 28 de septiembre, los talibanes prometieron proteger a los civiles y la propiedad privada, presentándose como libertadores.

Pero los vecinos señalan que los insurgentes comenzaron de inmediato el saqueo, con pillajes en los comercios y asesinando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Shah Bibi huyó a Kabul con sus seis hijos después de que los milicianos irrumpieran en la casa de un vecino y mataran a cinco niños. “Los cuerpos están por todas partes”, dijo.

Periodistas y defensores de los derechos de las mujeres dijeron haber sido perseguidos especialmente y muchos se sumaron al éxodo de personas que salían de la ciudad. La mitad de los 300.000 habitantes de la ciudad se marcharon, según Naciones Unidas. No está claro cuántos han regresado.

Fauzia, responsable de una organización local dedicada a la salud, educación y derechos de las mujeres, dijo que se ocultó en su sótano hasta que hombres armados llegaron en motocicleta a su casa buscándola.

“El mayor temor no era tanto la perspectiva de ser asesinada, sino de ser violada”, comentó.

Cuando los hombres armados empezaron a golpear su puerta para tirarla abajo, y mientras su esposo la regañaba por no haberse marchado antes, ella saltó la cerca trasera y salió corriendo, y logró llegar hasta Kabul.

Durante el régimen talibán entre 1996 y 2001, se prohibió a las mujeres trabajar y acudir a la escuela y sólo podían salir de casa cubiertas por completo con el burka y escoltadas por un pariente varón. Los talibanes lapidaron a mujeres acusadas de adulterio, cortaron las manos a ladrones e impusieron penas violentas y sumarias siguiendo su estricta versión de la ley islámica.

“Los talibanes no creen en los valores de la humanidad”, dijo el activista de derechos Malali Rustami. “No tienen respeto por los trabajadores humanitarios y de sanidad, organizaciones no gubernamentales, periodistas, mujeres activistas… estas son las personas que han sido perseguidas por los talibanes en Kunduz”.

Geeta Bashardost llevaba cinco años trabajando con un centro de mujeres en Kunduz con financiamiento internacional, reuniéndose con mulás y otros líderes religiosos para tratar temas de igualdad, derechos de las mujeres y paz.

Después de que los talibanes tomaran Kunduz, “la ciudad se vació de gente normal. Sólo había talibanes en motocicletas con el rostro cubierto, y sonaban canciones talibanes a todo volumen, quién sabe desde dónde”, dijo.

Vecinos de la zona ayudaron a los invasores a encontrar las viviendas de activistas, jueces, investigadores sobre bienestar de mujeres y otras personas. “Tenían una lista de nombres, y los partidarios locales de los talibanes —y hay muchos— les ayudaron, diciéndoles casa por casa quién vivía en cada sitio”.

Bashardost, que era conocida en la comunidad por su trabajo, sabía que terminarían yendo a por ella, así que se puso un burka y huyó a la capital.

Los talibanes también persiguieron a los medios de comunicación en Kunduz, saqueando redacciones y robando o destruyendo equipo, según periodistas que huyeron.

El Comité de Seguridad de Periodistas Afganos, una organización privada, ha proporcionado fondos de emergencia y alojamiento a al menos 65 reporteros que huyeron de la ciudad. Los periodistas temían “ser capturados, golpeados o asesinados” por los talibanes, dijo el director del grupo, Nayib Sharifi.

“El conceptos de libertad de expresión va contra su ideología”, señaló.

Parisa Aimaq, una conocida periodista local de la cadena privada Khawar Television, huyó de los ataques de cohetes contra su barrio durante el asalto. Dejó atrás computadoras portátiles y otro material que los talibanes capturaron después y utilizaron para perseguirles a ella y a otros trabajadores de la televisora.

Como otras mujeres profesionales en Afganistán, estaba acostumbrada a las amenazas de muerte. “Pero las cosas se pusieron serias cuando llegaron los talibanes”, señaló, de modo que su padre la envió a Kabul con otras dos hermanas. Pocos días después, su padre murió baleado cuando acudía a las plegarias de la mañana.

Los periodistas afganos dicen que suelen recibir amenazas de los talibanes por no informar sobre sus anuncios de victorias en batalla, muchas de las cuales son imposibles de verificar o resultan ser muy exageradas.

“Temí por mi vida”, dijo Bashir Khan Safi, periodista de Killid Radio y que huyó a Kunduz. “Los periodistas se ven amenazados constantemente por su información, por extremistas que creen que somos antitalibanes cuando intentamos ser equilibrados. Y algunos han recibido llamadas amenazadoras desde que abandonaron la ciudad”, dijo.

Aunque breve, la captura talibán de Kunduz fue un duro golpe para la confianza del público en el presidente, Ashraf Ghani, elegido hace un año tras sus promesas de que pondría fin a la guerra.

Las fuerzas de seguridad afganas han tenido problemas para hacer frente a los talibanes después de que Estados Unidos y la OTAN pusieran fin a su misión de combate el año pasado para asumir un papel de instrucción y asesoría. Y las conversaciones de paz auspiciadas por Pakistán se derrumbaron este año después de que se conociera la muerte del veterano líder talibán, el mulá Mohamad Omar.

Mientras tanto, los ataques contra la prensa se han extendido más allá de Kunduz. Dos emisoras de radio en la ciudad oriental de Yalalabad fueron atacadas con bombas el sábado por la noche tras recibir amenazas de los talibanes, dijo Sharifi. Nadie ha reclamado la autoría de los atentados, que no causaron heridos.

Los talibanes acusaron el lunes a dos grandes televisoras, Tolo y 1TV, de ser espías de los “invasores” estadounidenses y sus “marionetas” en el gobierno afgano, tras informar desde Kunduz ofreciendo detalles sobre las atrocidades cometidas por los extremistas.

El portavoz talibán Zabihulá Muyahid dijo en un comunicado que los canales se “designarán como objetivos militares”. Ningún trabajador estará a salvo, afirmó, incluidos presentadores y reporteros.

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El periodista de Associated Press Rahim Faiez contribuyó a este despacho.

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