Las desapariciones en México, además de Ayotzinapa

Últimas noticias de los 43 normalistas de Ayotzinapa, julio 2015

Algunos medios en México indican que del año 2007 al 2014 se han dado 23 mil 605 casos de desaparición en el país. A ello se suman alrededor de mil en lo que va desde el 2015.

En Iguala y sus alrededores, al menos 292 personas han sido añadidas a la lista de desaparecidos desde que los 43 estudiantes desaparecieran allí el 26 de septiembre de 2014, Esa región del estado de Guerrero tiene unos 300.000 habitantes, muchos de ellos campesinos, taxistas y obreros.

Aunque la mayoría de las familias están muy asustadas como para hablar públicamente, The Associated Press logró entrevistar a familiares de 158 de los “otros desaparecidos”. Aún temerosos y también furiosos, hablaron de sus hijos, padres y hermanos que fueron llevados frente a sus ojos, de aquellos que dejaron la casa para ir a trabajar o salieron a comprar leche y que luego pareciera que fueron tragados por la tierra.

Una mamá que no puede abrazar a su hijo ni tiene una tumba para visitar, dice que cada noche entra a la página de Facebook de él en busca de algún mensaje, dos años después de que desapareció. Un joven no deja de marcar el celular de su hermano con la esperanza de que alguien conteste, casi cuatro años después de que no volviera a saber de él.

Cada nuevo reporte de un cuerpo localizado los lleva a la morgue a enfrentar una mezcla de alivio y desilusión cuando no encuentran a sus familiares.

Viven en un purgatorio de complicadas decisiones, como si reportar, o no, una desaparición a las autoridades, a pesar del terror de pensar que los responsables lo sabrán y cobrarán venganza.

Muchos de los desaparecidos eran el sostén de familias pobres; algunos padres analfabetos fueron incapaces de deletrear el nombre de sus hijos. Hombres o niños constituyen la gran mayoría de los 158 desaparecidos, con excepción de 15 mujeres, y su rango de edad va de los 13 a los 60 años. El grueso de ellos son menores de 30 años.

Las familias suelen caer en una crisis financiera al tener que abandonar sus trabajos para buscar a susdesaparecidos o tener que pedir prestado para pagar un rescate. Sus pertenencias e, incluso, sus casas fueron vendidas.

Y al mismo tiempo, muchos familiares dijeron que se aislaron después de la desaparición, bien porque sentían que no podían confiar en nadie o porque amigos y vecinos se alejaban, como si su tragedia pudiera ser contagiosa.

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