Ucrania sigue dividida

Ucrania sigue dividida.

Aunque Ucrania está claramente definida en los mapas, su historia muchas veces sangrienta lleva la huella de invasiones y ocupaciones, distintos pueblos y creencias. Es también una región que durante siglos ha tratado de definirse y ahora se encuentra tan dividida —entre el apoyo a Rusia en una parte y lealtad a Occidente en la otra— que a veces parece más bien dos países que uno.

Por la tarde, cuando termina el turno en la mina de carbón y los mineros emergen de las profundidades, pasan junto a la vieja estatua de Lenin y a menudo se dirigen a un pequeño comercio a una cuadra. Allí conversan en la playa de estacionamiento durante un rato, bebiendo botellitas de vodka.

Saben lo que ocurre en la capital nacional que parece lejana. Han visto fotos de los manifestantes de oposición abatidos a tiros en las calles de Kiev y los informes de la televisión sobre las mansiones del derrocado presidente Viktor Yanukovich, el otrora matón devenido en político prorruso que se crio en esta ciudad en el lejano este del país. Vieron cómo los manifestantes, muchos del oeste de Ucrania, ayudaban a formar un nuevo gobierno nacional.

Y no les hace ninguna gracia.

“Siempre sentí que éramos muy diferentes”, dijo un minero de 35 años que solo se identificó como Nikolai, que después de la secundaria fue directamente a trabajar en las minas.

La gente habla ruso en la mayor parte del este de Ucrania y asiste a los templos ortodoxos rematados en cúpulas. Se formaron durante 70 años bajo el régimen soviético y su celebración de la industrialización socialista y antes todavía bajo el imperio ruso. Para ellos, el gobierno es manejado por gente de afuera que tiene poco interés en esta parte del país. “Si tratan de presionarnos, nuestra región se rebelará”.

Sus palabras tienen eco en otra conversación a 1.250 kilómetros (800 millas) de distancia al oeste, en una ciudad medieval, de calles con adoquinado, donde los residentes hablan ucraniano y las casas lucen la bandera de la Unión Europea con sus estrellas amarillas.

“Sencillamente somos diferentes de las personas del este”, afirmó Ludmila Petrova, una estudiante universitaria en Lvov, centro de apoyo a las fuerzas prodemocráticas y rechazo a Yanukovich. “Ellos no saben qué es Occidente. Tenemos una historia diferente. Quizás es mejor que nos separemos de una vez por todas”.

En extremos opuestos de Ucrania, dos ciudades, las dos de un millón de habitantes, ilustran la división.

La ciudad oriental de Donetsk parece un clisé del sombrío ambiente post soviético, con bloques monolíticos de departamentos de la era estalinista, chozas con techo de canaletas metálicas y lealtad a Rusia. En el oeste, Lvov se ha erigido en un centro de artistas y escritores ucranianos, un imán para los turistas europeos y una ciudad desesperada de estrechar sus vínculos con Occidente.

Para los pesimistas a ultranza, como también los extremistas en ambos bandos, las ciudades ya se encuentran en naciones separadas.

El país ya está dividido“, afirmó Ivan Reyko, un trabajador de fábrica de 30 años de edad, de Donetsk, que se sumó a una reciente demostración en la Plaza Lenin, donde se erige una estatua del héroe soviético. “No hay marcha atrás a una Ucrania unida”.

Varios indicios ominosos han llevado a varios diplomáticos a advertir que la región podría sumirse en la violencia. Unos 150.000 soldados rusos han empezado ejercicios militares tras la frontera. Pistoleros no identificados han ocupado el edificio del parlamento en la región de Crimea, de habla rusa, donde izaron la bandera de Rusia y entonaron como letanía “Crimea es Rusia”.

El presidente ruso Vladimir Putin desde hace tiempo intenta estrechar más los vínculos de Rusia con Ucrania, una nación de 46 millones de habitantes que se considera la cuna antigua de la civilización eslava.

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