Celebración del auge económico de Perú llega tarde

LIMA, Perú (AP) — Las máximas autoridades financieras del mundo prodigaron elogios al “milagro económico” de Perú esta semana, alabando el hecho de reducir la pobreza a la mitad a lo largo de una década de bonanza con precios históricos del oro, cobre y otros productos de la minería.

En un flamante centro de convenciones construido para la reunión del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional con una inversión de 160 millones de dólares, las autoridades económicas calificaron a Perú como un alumno de excelencia por sus prescripciones para la estabilidad financiera.

El presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, lo consideró una “estrella del crecimiento”. La titular del FMI, Christine Lagarde, comparó la receta para el crecimiento económico de Perú con su mundialmente famosa gastronomía.

Por desgracia, el coro de alabanzas puede haber llegado demasiado tarde.

La caída de los precios de los minerales, la columna vertebral de la economía peruana, ha reducido su crecimiento anual a menos de la mitad del 6,3%, tasa que fue la envidia de América Latina entre 2002 y 2012, un periodo en el que el ingreso per cápita se duplicó a más de 6.600 dólares.

Varios proyectos gigantescos de minería se han estancado debido a las protestas violentas, y los ingresos mineros en declive amenazan con forzar reducciones en el gasto social.

“La realidad es que la celebración del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional está ocurriendo cuando todos dicen que la fiesta se terminó”, expresó José de Echave, un economista y ex ministro de Medio Ambiente. Agregó que el país dilapidó una oportunidad de oro durante el auge para diversificar una economía largamente dependiente de la minería para la mayoría de sus ingresos por exportaciones.

El 23% por ciento de los peruanos son pobres según la definición del FMI. Muchos en el siguiente grupo —”la clase media emergente” que gana de cuatro a 10 dólares por día y constituye el 40% de la población— está ahora en riesgo de unírseles.

Enrique Félix, guardia de seguridad de 50 años de edad donde se están llevando a cabo las reuniones, es uno de ellos. Él gana alrededor de 340 dólares mensuales y su camisa dañada y el marco oxidado de sus lentes dan fe de ello.

“Somos una clase media que vivimos en cuartos alquilados, donde nadie tiene casa, donde tus hijos reciben mala educación”, dijo, mientras los delegados arribaban en limosinas negras. “Si mis hijos se enferman ya no sabré qué hacer”.

La esposa de Félix tenía 37 años cuando murió de una enfermedad del riñón hace dos años.

Él ha trabajado para 20 empresas distintas — como mesero, trabajador de construcción, mensajero y empleado de tienda —. Viaja dos horas en los autobuses destartalados para ir a trabajar y sólo ve a sus hijos de 12 y 15 años de edad durante una hora al día, tiempo que usa cocinando para el día siguiente: “generalmente sopas de fideos con un poco de papa”.

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El periodista de Associated Press Frankin Briceño contribuyó a este despacho.

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