VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DEL MENSAJE

México D. F., a 21 de octubre de 2015

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DEL MENSAJE DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, DURANTE LA INAUGURACIÓN DEL VI FORO DE LA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA, CON EL TEMA: “DEMOCRACIA Y CIUDADANÍA. HACIA UNA AGENDA GLOBAL DESDE AMÉRICA LATINA”, REALIZADO EN EL ANTIGUO COLEGIO DE SAN ILDEFONSO

Buenos días tengan todas y todos ustedes.

Doctor José Narro, Rector de la UNAM, mi jefe, aunque esté prestado; maestra Claudia Ruiz Massieu, Secretaria de Relaciones Exteriores; Doctor Francisco Guerrero, querido amigo y además Secretario para el Fortalecimiento de la Democracia de la OEA.

Señora y señores presidentes, Chinchilla, Pastrana y Cerezo, Consejero Arturo Sánchez, señor Contralor, señoras y señores de las instituciones coorganizadoras del VI Foro de la Democracia Latinoamericana, así como de los organismos multilaterales, de las instituciones electorales y de la academia que nos acompañan.

Señoras y señores, todos.

Muchísimas gracias a todos ustedes ponentes, invitados especiales e integrantes de los organismos multilaterales que nos acompañan en este VI Foro de la Democracia Latinoamericana.

Agradezco sinceramente, a nombre de las Consejeras y Consejeros Electorales del Instituto Nacional Electoral las aportaciones, disposición y compromiso de las instituciones coorganizadoras de este Foro, la Organización de Estados Americanos, IDEA Internacional y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, las cuales representan no sólo aliados estratégicos que han permitido la celebración de este foro en el que deliberaremos sobre los desafíos que enfrentan las democracias de nuestro Continente, sino que representan también verdaderos socios, partners, en la construcción de una causa común: La consolidación de la vida democrática en nuestros países.

Como ustedes recordarán, hace seis años nos propusimos crear un espacio para que especialistas, autoridades gubernamentales y funcionarios electorales pudiéramos reflexionar libremente sobre los factores que inhibían la consolidación de los sistemas democráticos del Continente.

En este arco temporal hemos analizado el estado que guardaba la democracia en la región y el impacto en los déficits de la ciudadanía, la influencia del dinero en la política y en las elecciones, los factores de la crisis de representación, las perspectivas de nuestras democracias hacia el 2020, así como los efectos de la economía, la política y el estado de la ciudadanía en la gobernabilidad democrática de nuestros países.

En cada uno de estos foros la calidad técnica y profesional de los expositores, las vivencias de quienes fueron y son tomadores de decisiones y la retroalimentación que se ha generado en cada mesa y panel, han permitido consolidar este Foro como un espacio relevante, para que la recreación de las democracias se nutra de las experiencias latinoamericanas y de la perspectiva comparada.

El Foro que iniciamos el día de hoy, estoy seguro, que cumplirá con las expectativas de todos nosotros.

Durante más de dos décadas, en el Continente hemos orientado nuestras preocupaciones al perfeccionamiento de las reglas del juego democrático, se logró darle credibilidad a los registros de electores, se crearon contextos de exigencia que propiciaron el desarrollo de instituciones electorales, profesionales y cada vez más independientes.

En cada una de nuestras naciones hemos diseñado fórmulas de financiamiento, fiscalización y difusión de los resultados electorales que han contribuido al fortalecimiento de sistemas de partidos políticos, plurales y competitivos.

Para decirlo rápidamente, la alternancia, la autenticidad de las contiendas y la igualdad del voto han dejado de ser las preocupaciones centrales de los sistemas democráticos en América Latina.

Esto explica que el promedio de participación electoral de la región haya pasado de 62.6 por ciento en 2010 cuando celebramos el primer Foro, a 75.6 por ciento en 2014.

La ruta electoral, y ese es un primer balance que creo que hay que hacer para iniciar las discusiones, nos ha permitido que cobren carta de naturalización entre nosotros, fenómenos típicamente democráticos; alternancia, comicios competidos, resultados inciertos antes de la jornada electoral, falta de mayorías parlamentarias predefinidas, gobiernos divididos, entre otros.

Dicha guía, la electoral, se ha consolidado como la manera en la que recreamos el intenso pluralismo político de nuestras naciones y procesamos las diferencias y nuestra natural conflictividad política por causas institucionales y pacíficos, es decir, con base en las reglas del juego pactadas y constitucionalizadas en clave democrática.

En 2015, en México, a pesar de los desafíos, muchos de ellos graves e inéditos que enfrentaban las elecciones, a pesar del difícil contexto social, económico y político, la ruta de los comicios se refrendó como la vía por la que los mexicanos hemos decidido transitar y procesar nuestras legítimas y muy diversas diferencias concretando o validando una apuesta arrancada hace más de tres décadas y que creo que se ha demostrado legítima y que ha sido apropiada por parte de los ciudadanos.

Las elecciones en México las hicieron los ciudadanos y no es una metáfora, es un dato real, la hicieron los casi el millón de ciudadanos que decidieron participar como funcionarios de casilla, la hicieron los casi 11 millones de ciudadanos que participaron en el proceso de insaculación y de capacitación y de donde salió el millón de ciudadanos que atendieron los centros de votación, la hicieron los 40 millones de mexicanos que participando lograron revertir el decrecimiento de asistencia a las urnas que habíamos venido viendo en los últimos dos procesos electorales intermedios.

Pasamos de un casi 42 por ciento de participación en 2003, a un casi 44 por ciento de participación en 2009, a un todavía insuficiente, pero importante casi 48 por ciento de participación en 2015.

Más aún, en algunas entidades señaladas particularmente por las complejidades del Proceso Electoral y del contexto en el que el mismo se realizó, como Guerrero tuvimos una inédita participación de un todavía insatisfactorio 56 por ciento, pero que representa la participación ciudadana más alta de la historia de esa entidad en una elección de gobernador en su historia.

Los resultados están a la vista de todos y las elecciones se consolidaron, insisto, como la ruta a través de la cual incidir como ciudadanos en el cambio político del país, en el destino político del país.

De 300 distritos electorales federales hubo alternancia, hubo cambio de partido ganador en 102, en la tercera parte; de 9 gubernaturas en disputa hubo alternancia en 5 casos, de 16 congresos locales que se renovaron, en cinco cambió la mayoría predominante y además figuras novedosas respecto de las que no hay que crear expectativas que sobredimensionen el alcance real de esta institución como un útil complemento al fortalecimiento del sistema de partidos políticos, las candidaturas independientes se demostraron como una ruta viable y en cada uno de los cargos, de los tipos de cargos de elección que estuvieron en disputa hubo al menos un ganador que accedió al poder por esa vía.

Sin embargo, el referido incremento en la participación electoral que supone una creciente vocación democrática no está acompañado de una mayor satisfacción con la misma.

El informe 95-2015 de Latinobarómetro señala que nuestra región es la más insatisfecha del mundo con su democracia, mientras en Asia la satisfacción es del 70 por ciento, en Europa del 59 y en África del 42, en América Latina este porcentaje es de apenas 37 por ciento. Este nivel de satisfacción promedio es el más bajo del planeta, nos ubica en un nivel inferior, incluso al que tenía nuestro continente en 1995 cuando se tenía un 38 por ciento y todavía faltaba mucho para que terminaran de consolidarse las muchas todavía recientes democracias y representa en ese sentido una caída de 7 puntos porcentuales en sólo 5 años.

No tengo duda que la calidad de los procedimientos, la confiabilidad de los sistemas e instituciones electorales en cada uno de nuestros países que hoy nos acompañan son mejores que hace 20 años, dicho de otra manera, hemos avanzado enormemente en el desarrollo de la institucionalidad democrática, pero no hemos evolucionado igual en la construcción de una cultura cívica que acompase esa evolución procedimental y que constituya inevitablemente el fundamento, el sustrato sobre el cual la democracia se recrea.

Necesitamos nuevas prácticas de los actores políticos, de los partidos y de los candidatos y por supuesto necesitamos que los ciudadanos creen un contexto de exigencia cada vez mayor que obliga a nuevas prácticas, a nuevas conductas, eventualmente a nuevas decisiones de los poderes públicos, necesitamos una cultura cívica que construya un segundo piso que cohesione el desarrollo de las democracias en nuestro Continente.

Es por ello que la temática que se analizará en estos tres días está vinculada con tres conceptos planteados en el marco del I Foro para la Democracia Latinoamericana, la ciudadanía social, la civil y la política como componentes de un largo proceso de conformación de ciudadanía en clave democrática.

Estoy seguro que las reflexiones que se desarrollen en estos tres días nos ayudarán a imaginar mecanismos y herramientas que nos permitan modelar una cultura cívica que en el mediano y largo plazo, estoy convencido que hay que apuntar lejos, sea el mejor soporte para el ejercicio de los poderes públicos y para elevar los estándares de satisfacción de los latinoamericanos con nuestras democracias.

Concluyo agradeciendo una vez más su participación en este Foro, la hospitalidad que siempre se agradece, el acompañamiento siempre cercano e indispensable de la Universidad Nacional Autónoma de México. Seguro de que el viernes, en dos días, podremos tener ideas globales que impulsen y fortalezcan el diseño de una cultura cívica adecuada a la altura de las democracias en el continente y a los complejos desafíos que estas enfrentan.

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