Luisa Josefina Hernández, piedra angular del teatro en México

México, 1 Nov (Notimex).- Con más de 60 obras de teatro escritas, 17 novelas publicadas, 10 traducciones e incontables, ensayos, prólogos y colaboraciones diversas, Luisa Josefina Hernández se ha colocado como una piedra angular del desarrollo del teatro en México.

Premio Nacional de Ciencias y Artes 2002, la creadora emérita cumplirá este lunes 87 años de vida, a lo largo de los cuales ha perfilado una sólida trayectoria en las letras y, particularmente, en el teatro, que le debe obras como la saga de “Los grandes muertos”, parte de la cual se ha montado en su honor, bajo la dirección de José Caballero.

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) la recuerda como una mujer de grandes pasiones y una de las dramaturgas más importantes de México durante el siglo XX, aunque su producción abarca este siglo con montajes como “El gran parque” (2014), editada por El Milagro, libro que incluye cinco obras teatrales inéditas.

En opinión de la escritora mexicana Estela Leñero, Hernández es una dramaturga excepcional, formadora de diferentes generaciones de autores, actores y escenógrafos.

Luisa Josefina Hernández, recordó, fue alumna de Rodolfo Usigli, quien le heredó su cátedra de la Facultad de Filosofía y Letras, con Jorge Ibargüengoitia como adjunto.

“Luisa Josefina estableció una cátedra tan bien estructurada, donde se transmitían los principios que había desarrollado Rodolfo Usigli, que fue muy importante en la formación de diferentes generaciones que se dieron en la Facultad, entre ellos Hugo Argüelles, Juan Tovar, Armando Partida, Luis Moreno, Juan García Ponce, Óscar Villegas, Tomás Espinosa.

Sobre cómo estructura sus obras, la también periodista comentó que ella propone un género, un estilo, una profundidad en los personajes muy específico donde los desarrolla; son complejos, los transforma, en sus obras hay un dinamismo por la serie de conflictos que plantea y que se van resolviendo.

Formó parte de una generación de escritoras con las que compartió un cambio en cuanto a la forma de escribir. “Sus antecesoras son las mujeres que vienen de la época posrevolucionaria de los años 20, impulsaron la comedia mexicana y hubo un rompimiento brutal con el imperio del teatro de origen español.

En aquellos años, abundó, hubo un surgimiento de la dramaturgia de las mujeres, por lo cual se empieza a trabajar el punto de vista femenino desde el interior de la casa, lo doméstico, los papeles sociales que suenan en el momento, siendo melodramas sobre el matrimonio, el divorcio y las infidelidades, problemas asignados principalmente al mundo femenino.

Después llegaría otro grupo de dramaturgas, Maruxa Vilalta, Margarita Urueta, Elena Garro, donde Luisa Josefina Hernández fue fundamental para empezar a romper la tradición y a sacar a las mujeres de su ámbito doméstico y volverlas responsables de su destino.

Planteó temas que siempre giraron en torno a la problemática y el desarrollo de la mujer; sus personajes frente a situaciones críticas buscaban su camino, aunque a veces tenían un final trágico, no siempre cumplían sus deseos, eran castigadas como por este acto de rebeldía, no por personas, sino por el destino, refirió Leñero.

Uno de sus méritos, abundó, es que su dramaturgia evolucionó al abarcar otras problemáticas. “Es una creativa donde la parte profunda e intelectual transforma sus obras arquitectónicamente armadas, pero tienen un aliento mucho más interior del personaje”.

En el medio teatral, es una persona importante, quien se avocó al teatro realista con todos los códigos y el rigor que profesaba también Usigli.

“Sus inquietudes se basaron principalmente en el realismo y dentro del realismo, en la pieza, que fue el estilo donde se sentía más cómoda, porque los personajes hacían un recorrido más íntimo y personal”, apuntó Leñero.

También habló de su obra el director teatral José Caballero, quien dirigió al elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro en el montaje de seis obras (El galán de ultramar, La amante, Fermento y sueño, Tres perros y un gato, La sota, Los médicos) de 12 que integran la saga “Los grandes muertos”.

Consideró que la influencia y trabajo de Luisa Josefina Hernández en el teatro mexicano se puede ver en tres aspectos: la formación de gente, su influencia teórica y en la dramaturgia.

“La maestra Luisa Josefina Hernández tiene una enorme influencia teórica, es autora de ensayos fundamentales sobre el teatro del absurdo, es una amplia conocedora del teatro y en ese sentido me parece que es muy importante su aportación como traductora, a ella le debemos la traducción de obras tan importantes como ‘El rey Lear’, de William Shakespeare”, refirió Caballero.

Como dramaturga, José Caballero la describe como una de las plumas más brillantes, inteligentes y lúcidas, cuyo grado de maestría se manifiesta en la reacción del público ante su trabajo.

“Sus diálogos, las tramas, los temas que toca con profundidad, contamos con obras grandes pero desde mi punto de vista la enorme fortuna, la experiencia y sabiduría de la maestra todavía nos brinda obras que podríamos considerar de las más importante de nuestro teatro”, aseveró.

Luego de destacar la facilidad con la que transita por todos los géneros, Caballero ponderó la capacidad de la dramaturga para retratar la esencia de la mexicanidad y muchos de nuestros conflictos más importantes en términos íntimos y sociales.

“Es una mujer inteligente, creativa, que ha sabido abrirse un camino en una sociedad tan difícil y que lo ha hecho sin caer en la tentación de la autopromoción o la deshonestidad, nunca ha sido una autora dedicada a buscar reconocimiento”, puntualizó Caballero.

Narradora y dramaturga, Luisa Josefina Hernández y Lavalle estudió la maestría en Letras con especialización en Arte dramático en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Ha sido profesora de arte dramático en el INBA y en la UNAM. Se han puesto en escena sus obras: “Agonía”, “Los sordomudos”, “La corona del ángel”, “Arpas blancas… conejos dorados”, “La paz ficticia”, “El orden de los factores”, “En una noche como ésta”, “Habrá poesía” y “Las bodas”.

Entre sus novelas destacan: “El lugar donde crece la hierba (1959), La plaza de Puerto Santo (1961), La primera batalla (1963); Los palacios desiertos (1963), La cólera secreta (1964), El valle que elegimos (1965), La noche exquisita (1965), Nostalgia de Troya (1970), Los trovadores (1973), Carta de navegaciones submarinas (1987), Almeida danzón (1989), Roch. Novela hagiográfica (2008) y Mis tiendas y mis toldos (2013).

Entre los reconocimientos a su obra están el Premio del Concurso de las Fiestas de Primavera 1951 por “Aguardiente de caña”; el de El Nacional por “Botica modelo”; el del Concurso de Teatro de Bellas Artes 1955; el Magda Donato 1971 por “Nostalgia de Troya”; el Xavier Villaurrutia 1982 por “Apocalipsis CUM figuris”, y el Nacional de Teatro Juan Ruiz de Alarcón 2000.

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