Estado Islámico usa extremismo para consolidar “La Casa del Islam”

Por Luca Pistone. Colaborador

París, 5 Dic (Notimex).- Los trágicos acontecimientos de París han demostrado una vez más que la guerra emprendida por el Estado Islámico (EI) no se limita a un Oriente Medio más o menos periférico, sino que es capaz de atacar el corazón de Europa.

Ya había ocurrido en enero, cuando Amedy Coulibaly perpetró un atentado contra la sede del semanario satírico Charlie Hebdo, y luego con una serie de ataques, como el de junio en Saint Quentin Fallavier o uno frustrado en agosto en un tren Thalys que salía de Amsterdam e iba directo a París.

Estos atentados han logrado consolidar todavía más la imagen de una formación que se presenta como el centro neurálgico de la galaxia yihadista.

Aunque por un lado parece claro que los atentados del 14 de noviembre y las amenazas a Washington, Londres y Roma han contribuido a reforzar esta posición, sería un grave error analizar el universo EI sólo desde esta perspectiva.

El principal objetivo de la organización encabezada por Abu Bakr al-Baghdadi no es tanto herir a un enemigo lejano (los países occidentales) sino resucitar el califato que en 1924 Mustafa Kemal Atatürk quiso enterrar de una vez por todas y, en definitiva, crear un Estado 100 por ciento islámico.

Al-Baghdadi tiene la intención de reunir bajo su estricto control la totalidad de dar al-Islam (literalmente “la casa del Islam”, con cuya expresión la cultura islámica identifica a los territorios que están bajo el imperio político y jurídico del Islam) mediante una interpretación extremista del mensaje de Mahoma rechazada por la gran mayoría de la comunidad musulmana.

En el último año y medio varios grupos han prometido lealtad a Al-Baghdadi ofreciéndole nuevos pequeños feudos a lo largo del mundo.

Ninguno de ellos, sin embargo, iguala en importancia a las regiones sirio-iraquíes controladas por el EI, también conocidas por el nombre Syraq (Raqqa en Siria, y Mosul en Irak, son sus principales bastiones).

Estas zonas asistieron al nacimiento de Al-Qaeda en Irak (AQI) en 2004, a su evolución en el Estado Islámico de Irak (ISI) en 2007 y en el Estado Islámico de Irak y de la Gran Siria (ISIS) en 2013 y, por último, a su mutación final en el Estado Islámico (EI) en 2014.

Aquí se juega la partida fundamental, a la cual varios actores locales e internacionales dedican importantes recursos sin conseguir poner fin al capítulo EI. Mientras tanto, el EI consolida su presencia y lanza ofensivas.

En Siria ha recuperado terreno en algunas zonas de Alepo y Damasco, ha puesto un pie en la mayor parte del distrito noroccidental de Dair al-Zor y ha ocupado Palmira. En Irak lanza ataques feroces contra las grandes ciudades y ha conquistado Ramadi, la capital del distrito de Al-Anbar.

El EI, sin embargo, no es invencible. En enero pasado los hombres de Al-Baghdadi sufrieron una dura derrota en Kobane (en el Kurdistán sirio, frontera con Turquía), que durante meses había sido aislado y estaba en estado de sitio, defendido por un grupo de guerrilleros del PYD (Partido de la Unión Democrática, una formación kurdo-siria).

También es destacable la pérdida este verano de Tal Abyad, en la frontera entre Siria y Turquía. Su toma no sólo permitió a los kurdo-sirios unir las áreas de Kobane y Jazira bajo su control, sino que también quitó al EI una ciudad que era parte integrante del cinturón defensivo de Raqqa.

En Irak, el EI ha perdido Tikrit, la capital del distrito de Salahaddin. La derrota más grave del EI es probablemente la de la ciudad de Sinjar (en el Kurdistán iraquí), escenario de una de las masacres más atroces llevada a cabo por los yihadistas contra la población yazidi (una minoría religiosa iraquí).

Esto consolida el control kurdo en las regiones noroccidentales iraquíes y marca la interrupción de una de las principales carreteras que unen Mosul y Raqqa.

¿Por qué se insiste en el califato? Rememorar la experiencia del califato, a diferencia de la del sultanato, tiene un valor que no es meramente simbólico: la palabra califa (en árabe, khalifa) indica el sucesor de Mahoma en la guía tanto política como espiritual de la comunidad musulmana (Umma), mientras que sultanato (en árabe, sultan) es el título de quienes ejercen el poder político.

El modelo del califato caracterizó sólo los primeros siglos del Islam, y a continuación fue suplantado por el del sultanato, típico del Imperio Otomano (que duró hasta principios del siglo 19).

El hecho de que Abu al-Baghdadi (que en realidad se llama Ibrahim Awwad Ibrahim al-Badri y que ha tomado el nombre de uno de los primeros califas) haya optado por la vía del califato es sin duda una elección consciente, que pretende rememorar una versión del Islam de los orígenes.

Esta pequeña alusión al califato facilita la comprensión de parte de las motivaciones que han propiciado la ruptura con Al-Qaeda.

Precisamente de AQI, el ala iraquí de Al-Qaeda fundada en 2004 por Abu Mus’ab al-Zarqawi, nació en 2006 el EI, en esa época liderado por Abu Umar al-Baghdadi, que había sucedido a Al-Zarqawi, a quien mató un ataque aéreo estadunidense.

Abu Umar también murió en 2010, y fue Abu Bakr al-Baghdadi quien asumió el poder. Aprovechando la crisis en Siria, en 2011 amplió las operaciones también en ese país y en 2013 cambió el nombre de ISI a EI. Un año más tarde llegó la proclamación del Califato del Estado Islámico.

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