Historia del festival de música, Coachella

Cuando inició en 1999, el festival de Coachella contaba con un par de escenarios y una carpa para bailar. Los boletos costaban 65 dólares. Unos cuantos puestos polvorientos vendían hot dogs y bebidas gaseosas. Era el fin del movimiento grunge y el inicio de un nuevo milenio, y se trataba únicamente de música, todo un fin de semana.

Ahora, los boletos cuestan 375 dólares. Abundan los menús gourmet y paquetes VIP. Y decenas de compañías se han subido al tren Coachella, convirtiendo el festival musical —ahora de dos fines de semana consecutivos— en un punto de concentración comercial. Adidas, la revista Details, Harper’s Bazaar y Lacoste son sólo algunas de las marcas que patrocinan eventos alternos al festival para elegantes celebridades invitadas.

Nathan Brackett, editor ejecutivo de la revista Rolling Stone, dijo que el Festival de Música y Arte del Valle de Coachella se ha convertido en un destino para los aficionados y marcas porque los organizadores presentan regularmente alineaciones fascinantes de actos musicales diversos y poco convencionales. Un OutKast reconciliado encabeza el festival de este año, y otros actos incluyen a Arcade Fire, Lorde, Haim, Lana Del Rey y Muse.

La multitud de Coachella quizá esté ahí para escuchar música bajo el caliente sol del desierto, pero los vendedores están ahí para las celebridades y la multitud, que es joven, está entusiasmada y tiene dinero para gastar.

La música es una plataforma de comercialización para muchas marcas que venden estilo de vida“, dijo el experto en mercadotecnia Tom Julian, director de la consultoría en comercialización The Doneger Group. “El circuito del festival se vuelve tan importante como una campaña de publicidad“, agregó.

La idea es transferir el factor grandioso de Coachella a la marca misma, y trasladar eso a ventas: la moda durante el festival se convierte en sinónimo de estilo de primavera para los consumidores jóvenes, justo al inicio de la temporada de vacaciones. El aire casual, veraniego de Coachella proporciona un excelente lugar para las marcas de la moda, dijo Megan Reynolds, editor de compras de la revista Harper’s Bazaar, la cual realizó su segundo evento anual en el festival de este año.

Las marcas establecen negocios en los cercanos elegantes hoteles de Palm Springs, donde se hospeda la gente bonita, luego ofrecen fiestas, mercancía y acceso al festival a celebridades a cambio de publicidad y la atención de una muy anhelada audiencia en Twitter. Los medios de comunicación social proporcionan al festival un alcance más allá de los aficionados a la música y lectores de revistas sobre celebridades.

Otros patrocinadores del festival, como Heineken y Fruttare, tienen casas en los terrenos donde se realiza el concierto donde los 100.000 asistentes pueden entrar para refrescarse, escuchar melodías y recibir productos de muestra.

H&M, patrocinador del festival durante los últimos cinco años, realizó su segunda fiesta anual posterior al Coachella el fin de semana pasado, atrayendo a Jared Leto, Robert Pattinson, Kate Bosworth y Fergie. Marybeth Schmitt, vocera de la compañía, describió el festival como “el punto de reunión ideal” para lanzar nuevas líneas de H&M. La empresa anunció el fin de semana pasado su colaboración con el diseñador Alexander Wang.

Cuando inició en 1999, el festival de Coachella contaba con un par de escenarios y una carpa para bailar. Los boletos costaban 65 dólares. Unos cuantos puestos polvorientos vendían hot dogs y bebidas gaseosas. Era el fin del movimiento grunge y el inicio de un nuevo milenio, y se trataba únicamente de música, todo un fin de semana.

Ahora, los boletos cuestan 375 dólares. Abundan los menús gourmet y paquetes VIP. Y decenas de compañías se han subido al tren Coachella, convirtiendo el festival musical —ahora de dos fines de semana consecutivos— en un punto de concentración comercial. Adidas, la revista Details, Harper’s Bazaar y Lacoste son sólo algunas de las marcas que patrocinan eventos alternos al festival para elegantes celebridades invitadas.

Nathan Brackett, editor ejecutivo de la revista Rolling Stone, dijo que el Festival de Música y Arte del Valle de Coachella se ha convertido en un destino para los aficionados y marcas porque los organizadores presentan regularmente alineaciones fascinantes de actos musicales diversos y poco convencionales. Un OutKast reconciliado encabeza el festival de este año, y otros actos incluyen a Arcade Fire, Lorde, Haim, Lana Del Rey y Muse.

La multitud de Coachella quizá esté ahí para escuchar música bajo el caliente sol del desierto, pero los vendedores están ahí para las celebridades y la multitud, que es joven, está entusiasmada y tiene dinero para gastar.

“La música es una plataforma de comercialización para muchas marcas que venden estilo de vida”, dijo el experto en mercadotecnia Tom Julian, director de la consultoría en comercialización The Doneger Group. “El circuito del festival se vuelve tan importante como una campaña de publicidad”, agregó.

La idea es transferir el factor grandioso de Coachella a la marca misma, y trasladar eso a ventas: la moda durante el festival se convierte en sinónimo de estilo de primavera para los consumidores jóvenes, justo al inicio de la temporada de vacaciones. El aire casual, veraniego de Coachella proporciona un excelente lugar para las marcas de la moda, dijo Megan Reynolds, editor de compras de la revista Harper’s Bazaar, la cual realizó su segundo evento anual en el festival de este año.

Las marcas establecen negocios en los cercanos elegantes hoteles de Palm Springs, donde se hospeda la gente bonita, luego ofrecen fiestas, mercancía y acceso al festival a celebridades a cambio de publicidad y la atención de una muy anhelada audiencia en Twitter. Los medios de comunicación social proporcionan al festival un alcance más allá de los aficionados a la música y lectores de revistas sobre celebridades.

Otros patrocinadores del festival, como Heineken y Fruttare, tienen “casas” en los terrenos donde se realiza el concierto donde los 100.000 asistentes pueden entrar para refrescarse, escuchar melodías y recibir productos de muestra.

H&M, patrocinador del festival durante los últimos cinco años, realizó su segunda fiesta anual posterior al Coachella el fin de semana pasado, atrayendo a Jared Leto, Robert Pattinson, Kate Bosworth y Fergie. Marybeth Schmitt, vocera de la compañía, describió el festival como “el punto de reunión ideal” para lanzar nuevas líneas de H&M. La empresa anunció el fin de semana pasado su colaboración con el diseñador Alexander Wang.

Cuando inició en 1999, el festival de Coachella contaba con un par de escenarios y una carpa para bailar. Los boletos costaban 65 dólares. Unos cuantos puestos polvorientos vendían hot dogs y bebidas gaseosas. Era el fin del movimiento grunge y el inicio de un nuevo milenio, y se trataba únicamente de música, todo un fin de semana.

 

Ahora, los boletos cuestan 375 dólares. Abundan los menús gourmet y paquetes VIP. Y decenas de compañías se han subido al tren Coachella, convirtiendo el festival musical —ahora de dos fines de semana consecutivos— en un punto de concentración comercial. Adidas, la revista Details, Harper’s Bazaar y Lacoste son sólo algunas de las marcas que patrocinan eventos alternos al festival para elegantes celebridades invitadas.

 

Nathan Brackett, editor ejecutivo de la revista Rolling Stone, dijo que el Festival de Música y Arte del Valle de Coachella se ha convertido en un destino para los aficionados y marcas porque los organizadores presentan regularmente alineaciones fascinantes de actos musicales diversos y poco convencionales. Un OutKast reconciliado encabeza el festival de este año, y otros actos incluyen a Arcade Fire, Lorde, Haim, Lana Del Rey y Muse.

 

La multitud de Coachella quizá esté ahí para escuchar música bajo el caliente sol del desierto, pero los vendedores están ahí para las celebridades y la multitud, que es joven, está entusiasmada y tiene dinero para gastar.

 

“La música es una plataforma de comercialización para muchas marcas que venden estilo de vida”, dijo el experto en mercadotecnia Tom Julian, director de la consultoría en comercialización The Doneger Group. “El circuito del festival se vuelve tan importante como una campaña de publicidad”, agregó.

 

La idea es transferir el factor grandioso de Coachella a la marca misma, y trasladar eso a ventas: la moda durante el festival se convierte en sinónimo de estilo de primavera para los consumidores jóvenes, justo al inicio de la temporada de vacaciones. El aire casual, veraniego de Coachella proporciona un excelente lugar para las marcas de la moda, dijo Megan Reynolds, editor de compras de la revista Harper’s Bazaar, la cual realizó su segundo evento anual en el festival de este año.

 

Las marcas establecen negocios en los cercanos elegantes hoteles de Palm Springs, donde se hospeda la gente bonita, luego ofrecen fiestas, mercancía y acceso al festival a celebridades a cambio de publicidad y la atención de una muy anhelada audiencia en Twitter. Los medios de comunicación social proporcionan al festival un alcance más allá de los aficionados a la música y lectores de revistas sobre celebridades.

 

Otros patrocinadores del festival, como Heineken y Fruttare, tienen “casas” en los terrenos donde se realiza el concierto donde los 100.000 asistentes pueden entrar para refrescarse, escuchar melodías y recibir productos de muestra.

 

H&M, patrocinador del festival durante los últimos cinco años, realizó su segunda fiesta anual posterior al Coachella el fin de semana pasado, atrayendo a Jared Leto, Robert Pattinson, Kate Bosworth y Fergie. Marybeth Schmitt, vocera de la compañía, describió el festival como “el punto de reunión ideal” para lanzar nuevas líneas de H&M. La empresa anunció el fin de semana pasado su colaboración con el diseñador Alexander Wang.

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