Cinco minutos al día: tiempo para reencontrarte contigo

Suena la alarma, “cinco minutos más por favor”… pero son casi imposibles de conseguir cuando suena el Whatsapp, hay que preparar a los niños, arreglarte para trabajar o hacer ejercicio, desayunar, ¡una junta! Se te olvidaba y tan solo son ¡las 7 am! Ese parece ser el ritmo, el tiempo de todos los días, uno donde nosotros empezamos a desaparecer y encontrar la paz y la felicidad no es tarea fácil pero afortunadamente no es imposible.

Y ambas empiezan con algo que se escucha muy sencillo pero que no lo es tanto, darte un momento para ti. ¿Pero cómo si aunque suene absurdo estoy todos los días conmigo? Eso es lo que parece, pero tal vez al final del día o durante el tráfico te das cuenta de que te tienes abandonado o funcionando en automático y así te pueden pasar los días, las semanas, los años o la vida.

Deja de ser un robot, tómate tu tiempo

La primera relación que tenemos es con nosotros mismos, así como con quien estaremos el resto de la vida, y eso influirá en cualquier otra relación que mantengamos. La cultura, el lugar donde nacemos, la familia que tenemos y la educación que recibimos construyen nuestra identidad, todo lo anterior aderezado con la personalidad y el carácter.

El yo interno se va puliendo con el tiempo y marca una diferencia con el resto de los individuos, hasta crear nuestra propia identidad y esencia única. Justo porque lo anterior es tan obvio y tan básico, es algo que olvidamos o descuidamos, lo damos por hecho. Es cuando nos rebasan las necesidades de los otros (hijos, padres, amigos), y nos vamos distanciando de nosotros mismos, lo que puede producir una crisis de identidad o infelicidad.

Cuidarte no es egoísta

Relacionarse con el yo es una labor titánica de autoconocimiento y es lo que nos permite establecer un vínculo saludable con nosotros mismos en todo sentido: para escucharnos, cuidarnos, querernos y atendernos. El yo es nuestra identidad, la esencia y la imagen que establecemos con nosotros mismos en relación al mundo que nos rodea. Ese yo siempre está en plena construcción y como parte de una sociedad lo vamos conociendo también a través de la relación con los demás. Eso no quiere decir que debamos hacer lo que los demás digan, simplemente es la manera en la que nos desenvolvemos, nos relacionamos y creamos vínculos con los otros.

Para nuestra familia y amigos es reconocernos como alguien relevante que de acuerdo con sus cualidades, apoya, alegra, abraza, escucha. Ese sentimiento de pertenencia fortalece nuestro yo y los vínculos con los demás.

Tecnología, modernidad ¡cuidado!

Nuestro entorno, gracias al progreso y al avance de la ciencia, ha cambiado de manera radical. Hoy estamos literalmente conectados con el trabajo, con la historia (noticias), con amigos y familia 24/7 a través del celular. Y eso ha facilitado la pérdida de identidad, sentirse amigo de las celebridades, publicar cosas íntimas en las redes, hacer que “el mundo” se entere de cada paso que damos, puede afectar seriamente el vínculo con nosotros mismos, ya que podemos crear identidades diferentes, dependiendo del medio o crearnos ‘verdades’ que no lo son.

No te asustes. Justamente se trata de ser nosotros mismos siempre, balanceando la intimidad, poniendo límites al uso de las redes sociales y de la tecnología y lo más importante no soltarnos ni perdernos en el ciberespacio ni en las necesidades de los demás.

¡Yo me abrazo!

Reencontrarnos es una tarea de disciplina, de decir, estos cinco minutos son solo para mí. Es tu tiempo.

• Desconéctate en un espacio donde estés tranquilo. Sé tan valiente de estar dispuesto a verte sin distracciones, sé honesto y observa todos tus aspectos: tus cualidades, tus defectos. Rompe con el autoengaño y la justificación. En la medida en que te veas más claramente, tu relación con los otros mejorará en automático.

• Identifica tus emociones y llámalas por su nombre. Deja el “estoy bien” o “estoy mal” o “no pasa nada” a un lado y sé más específico: “Tengo miedo”, “estoy nervioso…”, “soy feliz puesto que…”.

• Deja que la emoción fluya, si tienes ganas de llorar, te sientes enojado o triste, o brincas de alegría, siéntelo. Permite que tu cuerpo viva esa emoción y obsérvala sin juzgarla.

• Medita todos los días, trata de resumir el día y concentrarte en tus emociones. No te quita tiempo.

• A veces tenemos claro por qué estamos tristes, otras no. Es ahí cuando hay que profundizar y descubrir el origen. Te sorprenderá darte cuenta de que pueden ser situaciones pasadas.

• Destina un momento del día para escuchar…¡nada! Te retamos a que escuches solo los sonidos del ambiente que te rodea.

• Entra en contacto con la naturaleza. Ir al bosque, caminar descalzo por la playa, mojarte los pies en un riachuelo, esas acciones recargan tu energía.

• Lee. La lectura es increíble para relajarte y para descubrirte en un personaje o una situación.

Así que atrévete a ser feliz. Reencontrarnos una tarea de disciplina. No olvides dedicar, mínimo cinco minutos diarios, ¡solo para ti!

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