«Es que fue mi culpa». Una frase que a menudo escuchamos. Pero, ¿por qué sentimos culpa?, ¿por qué nos sentimos tan relevantes que creemos que todo es nuestra culpa?
«Pasó por mi culpa». «Se fue por mi culpa». Y así mínimo una docena de frases con las que coloquialmente convivimos y con las que crecimos escuchándolas de nuestras madres, abuelas, padres, profesores, etcétera.
Somos una sociedad llena de culpas. Tanto para buscar y señalar culpables como para percibir o palpar ese sentimiento de culpa. La culpabilidad nos acompaña, ¿por qué así nos educaron?
¿Por qué tenemos tanto el sentimiento de culpa?
Partiendo de que es una emoción profundamente humana, es decir, es una respuesta emocional que comparte lo cognitivo, emocional, físico e incluso social y afectivo.
Sin embargo, es más común de lo que creemos tener este sentimiento angustiante de culpa, de señalamiento y juicio.
Porque nos acompaña cuando sentimos que hemos transgredido una norma —o imposición—moral, social personal e incluso religiosa. Pero, en muchas ocasiones no deja de ser una forma en cómo miramos y cómo y cuánto opinamos de la vida de alguien más y en ese vaivén de emociones la culpa ocupa un sitio en cualquier relación de dos.
Le damos atribuciones a persona que aunque sea mínimo el vínculo afectivo lo escalamos también al sentimiento de culpabilidad.
Y, ¿qué es la culpa como emoción?
Cuando la culpa pasa a ser una emoción es momento de tomar las cosas con calma porque pasamos de sentir a profundizar en la situación de culpabilidad.
Si bien la culpa es una emoción autoconsciente, es decir que con plenitud la sentimos y/o expresamos, es decir pasa por tres de nuestros umbrales del pensamiento:
- El componente cognitivo, es decir, por la conciencia de la mente en donde se expresan y de donde se rigen las acciones del pensamiento. Esto es que siendo conscientes sentimos y expresamos ese sentimiento de culpabilidad.
- Emociones afectivas. Como nos interesa e importa la otra persona entonces en una discusión o diferencia de opiniones expresamos y cometemos ese sentimiento de culpa. Con un interés de por medio por alguien más o por sostener el vínculo afectivo con alguna persona cercana que en “pago” a reparar el daño no sentimos culpables.
- La parte social. Esa de la que ya hablé, la que está tan permeada en la sociedad como si hubiéramos traspasado un código o regla social a algo que no está permitido. Pero, no está permitido o no está bien visto, ¿ante los ojos de quién? Muchas veces no sabemos ni logramos descubrir como somos parte de esas culpabilidades sinsentido.
¿Por qué sentimos culpa?
Es tan prevalente como parte, incluso, de nuestra evolución como seres humanos pero también individual.
En un contexto social tiene incluso una función evolutiva porque la culpa funge como el mecanismo de autorregulación de la sociedad. Qué tanta culpa sientes de y sobre los demás y qué tan responsable eres —o somos—con el resto de la gente. La empatía se mide en culpa.
Desde pequeños aprendemos valores, normas y reglas autoimpuestas por la sociedad a la que todos pertenecemos pero que nadie nos preguntó si queremos ser partícipes. Sobre todo hablado del sentimiento de culpabilidad tan allanado en nuestra historia reciente. Estas normas internalizadas que acechan continuamente nuestros pensamientos, sentimientos y emociones de culpa.
Cumplir con las expectativas familiares, ejemplo: Concluir una carrera profesional. Casarte. Tener hijos y largo etcétera.
No tenemos que cumplir los deseos y expectativas de alguien más incluyendo nuestros padres porque justamente al no poder cubrir todo eso es que viene esa racha de culpabilidad.
¿Por qué sentimos culpa? Pues eso: Muchas veces por imposición y porque es fortuito e inherente a cada uno ese sentimiento de saber que erré, me equivoqué, fallé ante los ojos y expectativas de los demás sin cobijar mis propios argumentos y validarlos. Cuidar lo que quiero para mí y de mi mismo.
La comparación social nos ha llevado a que repetidamente la culpa nos aceche y aguarde su momento para cualquier error.
No siempre, por no decir casi nunca, seremos suficientes para alguien si no lo somos inicialmente para nosotros y entonces daremos paso a ese sentimiento de culpa tan arraigado y, quizá, hasta primitivo en el sentido de que hoy no hay nada ni mucho menos más importante que mis propias expectativas y juicios de valor como mi amor propio.