El Carnaval de Río fue para “Beija Flor” y Teodoro Obiang

“Nunca antes en nuestro el Carnaval una escuela de samba había recibido tanto dinero como patrocinio”, asegura Ricardo Noblat, cronista de sociales del diario O Globo.

Periodista reconocido y con amplia trayectoria, sin faltar a ninguno, Noblat ha reseñado desde hace más de tres décadas lo que en Brasil consideran “el espectáculo más fastuoso del mundo”.

La “escola” de samba Beija Flor (colibrí, en castellano) se coronó campeona del Carnaval de Río el pasado 18 de febrero, con un polémico financiamiento de entre tres y cinco millones de dólares proveniente del gobierno de Guinea Ecuatorial, encabezado desde 1979 por el dictador Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, cuya fortuna asciende a 700 millones de dólares, según la revista Forbes.

El dictador africano es considerado el octavo gobernante más rico del mundo, en una pequeña nación colocada en el sitio 136, de 187, del listado de desarrollo humano de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Así –consideran críticos de la participación del grupo festivo, que en 2015 dedicó sus alegorías a la nación africana-, la fiesta que estremece a Brasil durante cinco días, se ensombreció por las acusaciones de que el desfile por la avenida Marqués de Sapucaí haya sido financiado por una de las más antiguas satrapías unipersonales del orbe.

El presidente guineano, de 72 años, quien gobierna férreamente una pequeña nación de 700 mil habitantes, independiente desde hace casi medio siglo, frecuenta la “cidade maravilhosa” desde 2004 sin reparar en gastos, con alojamiento habitual reservado en la suite más cara del hotel Copacabana Palace de la urbe carioca.

Además, Obiang es propietario de un departamento de lujo en el barrio de Ipanema y, días antes del inicio del Carnaval en la antigua capital del país, la embajada guineana reservó dos pisos enteros en ese tradicional hotel para una comitiva que, con gritos y aplausos, impulsó a la agrupación fundada en 1948.

Su nombre oficial es Gremio Recreativo Escola de Samba Beija Flor de Nilópolis, la mayor ganadora de concursos carnavalescos, con trece coronas en su cuenta desde que, en 1984, el gobernador Leonel Brizola promovió la construcción del “sambódromo” como escenario estelar.

La formación musical -apoyada con una cantidad superior a los diez millones de reales, la moneda nacional brasileña- exaltó alguna a la dictadura militar que gobernó a Brasil entre 1964 y 1985, bajo el lema nacionalista de “Ámelo o déjelo”.

La “samba-enredo” del pasado festival –titulada “África feliz, fuerte, llena de color”-, ejecutada por tres mil carnavalescos, estuvo dedicada a la nación de Obiang que muchos brasileños desconocían, cuyo régimen se contagió de los ritmos traídos por los esclavos secuestrados en el pasado, principalmente de Angola y Benín.

Durante tres siglos, quienes serían parte fundamental de la población brasileña llegaron procedentes de Guinea Ecuatorial, territorio que, aseguran los africanólogos, heredará Teodoro Nguema Obiang Mangue, “Teodorín”, su primogénito, dueño también de pisos de lujo en París y Madrid, según ha consignado la prensa europea.

Debido a su riqueza petrolífera, Guinea Ecuatorial posee la más alta renta per cápita del continente negro -administrada por la dinastía Obiang-, por encima aún de Nigeria, el país más poblado del África subsahariana.

De acuerdo con Ricardo Noblat, un desfile normalmente cuesta 5.5 millones de reales; pero el financiamiento por el doble de esa cantidad a una “escola” fluminense a cargo del dictador que hace uso del erario nacional, “es un capricho más al coronar, no sólo a los sambistas de Beija Flor, sino a África y a Guinea Ecuatorial”.

Los directivos de Beija Flor admitieron haber recibido asesoría y apoyo artístico y cultural del gobierno de Teodoro Obiang, con el objetivo “de difundir la grandeza e historia del país” colonizado por España de 1885 a 1968.

No se detallaron las cifras sobre los recursos destinados a vestuarios, plumas multicolores, máscaras, caracoles y otros costosos aditamentos de eufóricos festejantes subidos en carros alegóricos, quienes, a pesar de la sequía estival y las críticas, protagonizaron el Carnaval más célebre de la Tierra y planetas circunvecinos.

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