Este arcano no hace referencia a un dignatario de la Iglesia, sino que describe a alguien que ha sido consagrado e inspirado, a ese verdadero maestro espiritual que puede enseñarnos a experimentar lo divino. Representa a un hombre sabio y diplomático. Envuelto del amor en su forma más pura, otorga a los demás aquello que verdaderamente necesitan (no lo que esperan), potenciando así el desarrollo máximo de los seres. Simboliza la prudencia, siendo ésta el arma que mejor domina y emplea para esconder sus auténticas intenciones, que no suelen ser las que expresa verbalmente. Aquí se conjugan lo masculino y lo femenino, los rasgos solemnes del guía espiritual y la inocencia del niño en equilibrio con las emociones y los conocimientos. Su reino está estructurado con una serie de reglas, con ciertos roles y con normas que protegen a sus miembros, por lo que suele representar situaciones que requieren un análisis en profundidad, gran sentido del deber y fuerzas conservadoras. El verdadero cambio sólo ocurrirá si confías en el amor divino y te sometes a él. Las palabras clave asociadas a esta carta son: revelación, tradición, enseñanza y tenacidad.
